Por John Mario González.
El exministro Oscar Iván Zuluaga no puede escurrirle el bulto a su responsabilidad política en el elefante blanco del aeropuerto de Palestina.
En pocos días, el 25 de marzo, se cumplen dos años de inaugurado el que se ha convertido internacionalmente en un símbolo del derroche que caracterizó el desarrollo de la crisis financiera en España: El aeropuerto de Castellón, en Valencia. Una comunidad que a su vez es efigie de la corrupción.
Producto
de la imaginación y la fantasía, se vendió con la idea de que su zona
de influencia llegara a los países del norte de Europa, pero hoy, y
después de una inversión de 150 millones de euros, el aeropuerto de
Castellón es fantasma y no dispone de vuelos.
Como
si la paradoja no fuera suficiente, el aeropuerto sin aviones gasta
7.000 euros mensuales en luz, paga vigilancia privada y costea una
nómina de siete trabajadores.
Claro que la
suerte de los castellonenses no es tan infausta como la de los caldenses
y habitantes del Eje Cafetero en Colombia. Allá “al menos” terminaron
el aeropuerto y rentaron la pista a un equipo alemán por 3.000 euros
para que realice pruebas de coches.
Acá,
después de haber invertido 200.000 millones de pesos para la
construcción de Aeropalestina o Aerocafé, el que debía entregarse en
diciembre del 2011, no solo no se culminó, sino que va a terminar siendo
la pista de bicicross más grande del mundo y un elefante blanco con
negras perspectivas.
La lista de
improvisaciones y yerros es espantosa. Incluye desde una estructuración
del proyecto con fallas de planeación y ubicación, en el que la
orientación de la pista obedeció más a una apreciación visual subjetiva;
un proyecto que arrancó sin análisis del suelo, de flujos de agua
subterránea y lluvia, sin estudios de aguas ácidas, de fallas
geológicas, de análisis de sismisidad y microsismisidad. El proyecto fue
también subvalorado tanto en lo técnico como lo económico, entre muchos
otros desaciertos.
El resultado es que gigantescos terraplenes, que rellenaron la depresión entre montaña y montaña, terminaron por deslizarse.
Pero
el desastre no solo fue producto de una retahíla de equívocos e
incompetencia, sino también un incesto de colusiones, facilitado el
desentendimiento en ejercer supervisión y vigilancia por parte del
ministerio de Transporte y la Aerocivil. Como lo denunciara el diario La
Patria, se forjó un minicartel, al mejor estilo de Bogotá, para
quedarse con los contratos.
Allí los exalcaldes
de Manizales, exgobernadores de Caldas y exgerentes del proyectado
aeropuerto tienen mucho por qué responder, y vaya a saberse si no de
corrupción, pues además se dice que con los recursos mal habidos se
financiaron campañas.
Lo cierto es que después
de diez años de obras, los caldenses no tienen aeropuerto y el dinero se
despilfarró. El asunto es más grave si se considera que esta era la
obra más importante para la competitividad y el futuro del Caldas, un
departamento que se desindustrializa a marchas forzadas, que con
dificultad conserva sus cotas de población y que, paradójicamente en
medio de uno de los mejores “boom” de la economía nacional, está
quebrado.
Es tal el desgreño causado, que el
exministro de Transporte, Germán Cardona, manizaleño, prometió unos
estudios para conocer el estado real del proyectado aeropuerto y no
cumplió.
El hombre fuerte del gobierno pasado,
el entonces senador y ministro de Hacienda, Oscar Iván Zuluaga, fue
diligente en imponer a Francisco José Cruz como gerente del proyecto,
uno de los principales indiciados, pero lerdo en pedirle al entonces
ministro Andrés Uriel Gallego ejercer la rectoría de tan vital obra.
En
el aeropuerto de Palestina sucede como en el fallo de San Andrés y
Providencia, los ocho años de gobierno de Uribe sirvieron para dejarle
la papa caliente al actual gobierno, el mismo que debe apersonarse del
barullo sino quiere ser partícipe de un símbolo del derroche.
Si
las obras no se construyen y esto sucede cuando la economía del país
crece y el margen fiscal del gobierno es adecuado, no me imagino la
suerte de los caldenses y los pobladores del Eje Cafetero cuando el
contexto económico deje de ser favorable y se sobrevenga una nueva
crisis. Ahí nos daremos cuenta cuán lesivos son los tradicionales
manejos políticos y la corrupción en Caldas, para la que la Contraloría
General de la República parece estar inhibida o no actuar con
diligencia.
Twitter: @johnmario
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