12/3/12

SE ACABA LA LIBRERIA PALABRAS


Por Orlando Cadavid Correa
ocadavidc@une.net.co


Con el mismo sentimiento de pesar que causó la desaparición de una revista cultural de la trascendencia de ”Manizales”, la de los poetas Jaramillo-Isaza, o de “Nuevo Estadio”, el semanario deportivo más importante del país, registramos hoy el cierre de la Librería “Palabras”, una de las más tradicionales del departamento de Caldas.
La librería de Germán Velasquez y Sofía, su finada esposa, se inició en 1977 (hace 35 años) en el entorno del Parque Caldas con el nombre de librería “Académica”. Luego se mudó a la carrera 23, enseguida del Banco de la Republica, donde estrenó la denominación que llevó durante siete lustros. Después recaló a la vuelta, en la calle 23 entre 23 y 24 y finalmente, hace cinco meses, fue a parar muy lejos del perímetro histórico, al frente del Batallón Ayacucho, con el propósito de reducir gastos, y tampoco funcionó el cambio. La clausura se cumplirá el jueves 15 de marzo. El surtido que queda está en liquidación con descuentos generosos.

Para el librero salamineño, que fue alcalde de la Ciudad Luz, la verdad monda y lironda es que este tipo de negocios ha dejado de ser viable por varias razones, aunque ello no quiera decir que el libro se esté precipitado definitivamente hacia la tumba tecnológica que, desde luego, incide de alguna manera en la lamentable decisión.

El gran dolor de cabeza de todos los libreros es la costumbre de la fotocopia. Hay un número muy significativo de universitarios que estudian con fotocopias de capítulos de libros y de libros enteros. Según don Germán, se ha entronizado en la universidad una mentalidad de fotocopia tan impresionante que muchos profesores no hablan del libro o los libros con los que se trabajará un curso, sino de las fotocopias que ya están confeccionadas y que las venden en la misma universidad, y subraya: “Uno podría decir --sin temor a equivocarse-- que muchos estudiantes cruzan los cuatro o cinco años de su carrera, sin utilizar un solo libro. Es aterrador, pero así es”.

A renglón seguido aborda la influencia de Internet: “No hay la menor duda de que el internet cambió radicalmente nuestras vidas y todo el mundo tiene la información a su disposición a partir de esta herramienta maravillosa. Y ni se diga el crecimiento del mercado de las tabletas desde las cuales se puede bajar gratis en muchos casos muy buena parte de los libros importantes. O comprarlos a precios relativamente bajos”. Y adiciona otro ingrediente: “Algunas casas editoriales decidieron que sus libros se distribuyan en las grandes superficies -Éxito, Carrefour, Carulla etc- restando competitividad a las librerías”.

Velasquez cuenta, además: “Las librerías que vendíamos textos escolares nos encontramos con que las editoriales decidieron venderlos ellas mismas directamente en los colegios. Nuestra librería contrataba en años anteriores cuatro supernumerarios para atender este mercado. Es obvio que hoy por hoy no necesitamos ni uno”.

La ominosa piratería también es de la partida: “En este país, en donde la cultura de lo ilegal se practica hasta en las mejores familias, mucha gente --igual sucede con la música-- espera a que salga el libro pirata, el que casi siempre viene en el mismo momento que el legalmente editado”.

En su plática con el Contraplano, señala el amigo Velásquez: “En fin, llevamos varios años intentando sobrevivir, cumpliendo una importante labor cultural, pero como puede darse cuenta, se hizo imposible continuar. Definitivamente esto es un duelo similar al que se vive cuando se despide a un ser querido. 35 años no son poca cosa. Queda, eso sí, una enorme satisfacción de haber hecho las cosas bien y de haber tenido la oportunidad de conocer y tratar a personas maravillosas, muchas de las cuales son mis grandes amigos”.

La apostilla: El talentoso cronopio bogotano Ignacio Ramírez, !alma bendita!, quien no le temía a las repeticiones de los sonidos articulados, escribió alguna vez que la más hermosa de todas las palabras de la lengua castellana es la palabra PALABRAS.

1 comentario:

Martín Franco Vélez dijo...

Que se acabe una librería es casi tan triste como que cierre una revista o un medio impreso. Lástima por Palabras, pero creo que en la columna faltó profundizar en un debate: los contenidos gratuitos en Internet y, por supuesto, la falta de cultura lectora en la ciudad. Lo de las fotocopias me parece banal: al fin y al cabo, la gente debe comprar los libros por placer y no por obligación; además, no creo que eso represente una tajada importante del mercado. El verdadero problema es que el porcentaje de la gente que se gasta la plata en un libro por encima de una botella de aguardiente en la Feria o las cabalgatas, es mínimo. Todo indica que los libros seguirán el mismo camino de la música en la era digital y que, para bien o para mal, el intermediario de las editoriales terminará replanteando el rol que ahora juega. Es un tema complejo, pero, como dicen los españoles, "es lo que hay". Una pena.